Zunilda Borsani
Escritora y Artista Plástica

El juego de leer y contar


El juego de leer y contar

Por: Zunilda Borsani

Era verano, todo lucía ardiente. Ana y Juan, se habían sentado a la sombra de un árbol que crecía salvaje en la arena. El olor del agua, su ruido en aquel silencio de una playa desierta ¿habrían hecho el milagro?

Los dos hermanos con un libro de cuentos entre sus manos se habían quedado dormidos sobre una colchoneta tirada en la arena caliente. Estaban rendidos. Era la primera vez que concurrían a esa solitaria playa para pasar los quince largos días de sus vacaciones. Sus padres habían alquilado un pequeño rancho de quincho, muy cerca del agua. Los niños estaban como locos, corrían de un lado a otro, trepaban cuanto médano encontraban y subían a los pocos árboles que crecían en la arena., mientras sus padres se disponían a dormir una siesta al sol. No paraban de jugar, gritar y reír a un mismo tiempo. Habían transcurrido siete días de las vacaciones y sin embargo seguían descubriendo nuevas aventuras. Fue por eso que mamá despertó y lo rezongó fuertemente para poner cada cosa en su lugar:

- ¡Basta por hoy! Juan llevá esta colchoneta y tú Ana estos libros y por favor se sientan a leer a la sombra, mientras papá y yo tratamos de descansar.

Los niños protestaron:

- ¡Ufa mamá! Vinimos a divertirnos y no ha leer como los traga de la clase

- Es verdad, mamá ¡No queremos leer, queremos jugar!

La madre angustiada los miró mientras pensaba. . .

- ¿Por qué mis hijos no piensan más que en jugar?

Pero como si Ana hubiera interpretado el pensamiento de su madre, le dijo:

- Ah mamá, ¿por qué papá y tú no piensan más que en dormir?

La madre los miró. . . ¿Acaso tenían razón?

- Tengo una idea – dijo Juan – Mientras nosotros armamos casitas en la arena, vos nos contás un cuento.

- ¡Sí, mamá, sí. . . sé buena, contanos un cuento! – dijo Ana saltando de entusiasmo

- ¿Un cuento? – Preguntó la madre – ¿Pero si no sé ninguno?

- Sí sabés, sí contanos – empezaron a gritar a su alrededor.

- Sh. . . sh. . . sh. . . papá se va a levantar muy enojado por no poder descansar tranquilo – respondió la madre.

- ¡Qué importa! Vamos mamá sentate con nosotros, ¡vení, vamos! – decía Ana mientras tironeaba de la mano de su madre.

A mamá siempre le habían gustado los libros, pero claro, nunca tenía tiempo para contarles un cuento. Siempre estaba muy ocupada con el trabajo, la peluquería, las tareas de la casa, las charlas con papá que también vivía trabajando, por eso ahora pretendían descansar en estas vacaciones.

Si embargo los gritos y el ruego de los niños, hicieron que se olvidara del sueño, el cansancio y se entusiasmara tanto, que con una sonrisa clara y grande acompañó a sus hijos a la sombra del árbol. Mamá nunca había visto los ojos tan luminosos de sus hijos, ni tampoco esa chispa que hoy veía en ellos. Pero lo que mamá no sabía es que a sus hijos, les encantaba oírla.

Se sentó con ellos, tomó uno de los libros cuyas imágenes eran en blanco y negro, mientras Ana recostaba su cabecita sobre el hombro y Juan tomaba de almohada sus rodillas. Mamá había comenzado a leer en colores y los niños a soñar

- ¡Vos sí que sabes contar cuentos, mami! – exclamó Juan

- ¡Seguí, seguí! – dijo Ana – ¿Qué pasó después?

Mamá leía lo que estaba escrito y algo más, un poquito de aquí, un poquito de allá y el cuento se iba haciendo cada vez más largo. Los niños se quedaron dormidos.

Papá al ver que mamá no volvía, decidió bajar a la playa, se acercó y con una sonrisa grande se acercó a mamá y le dijo mientras guiñaba un ojo:

- ¿Me contarías un cuento para poder dormir como ellos?

Mamá sonrió, tapó a los niños con una toalla y ambos se fueron de la mano a descansar al sol. Estaban muy contentos, hoy habían aprendido a compartir un juego diferente. . . El juego de leer y contar.


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